Casa encendida

Son autores de nuestra Casa encendida:

Carlos Aganzo

Pablo García Casado

Antonio J. Miladea

Carlos Germán Belli

Jaro Godoy

Heriberto Montano

Amalia Bautista

José Luis Gómez Toré

Jesús Munárriz

Felipe Benítez Reyes

Angel González

José Mª. Muñoz Quirós

Luis Benítez

Santos González

Norma Nava

Joaquín Benito de Lucas

Juan Antonio
González-Iglesias

María Paz Moreno

Ezequías Blanco

Pedro A. González Moreno

Luz Pichel

Francisco Brines

Ana Gorría

Rafael Morales 

Modesto Calderón

Ángel Guinda

Margarita Nieto

David Cantero

Óscar Hahn

Cristina Núñez Pereira

Néstor Carmona

Sara Herrera

Juan Antonio Olmedo

Francisco Caro

Gracia Iglesias

Enrique Otero

Pablo Casares

Pilar Iglesias

Leopoldo María Panero

Francisco Castro

Javier Krahe

Benjamím Prado

Julio César Aguilar

Luis Landero

Belén Reyes

Javier Cubero Egea

Abelardo Leal

Jorge Riechmann

Luis Alberto de Cuenca

Joaquín Lera

Jaime Alej. Rodríguez

Miguel Ángel Curiel

Luis Luna

Eloy Sánchez Rosillo

Ricardo Dávila

Jesús Malia

Lorenzo Silva

Gonzalo Escarpa

Fernando Marías

Pedro Tenorio

Pablo Escribano

Juan Carlos Martín

Jesús Urceloy

Sergio Esteban

Olga Elena Mattei

Jorge Urrutia

Elena Felíu

Elena Medel

Beatriz Villacañas

Jorge Fernández Gonzalo

Ana Merino

Luis Antonio de Villena

Jesús Gallego

Juan Carlos Mestre

Una tarde de hace muchos años, el poeta Luis Rosales se acercó a la antigua Casa de la Juventud de Getafe. Como al llegar el poeta la sala estaba vacía, los responsables reclutaron jóvenes oyentes (con éxito en un bar cercano) que se distribuyeron por las vacías sillas.

Rosales tuvo que contestar a duras preguntas de melenudos interrogadores sobre su relación con el asesinato de Lorca (losa que le persiguió de forma permanente, aunque si tuvo algún papel parece que fue intentando protegerle).

Pero poco más tarde, se ganó con sus versos y su voz (pocos han recitado como Rosales) a la reticente audiencia. Y entonces explicó cuál era el significado de La casa encendida, uno de los poemas libro más espléndidos del siglo XX.

Nos recordó que la vida nos va quitando a las personas que hemos ido queriendo (a algunas por circunstancias que las llevan a otros caminos, a otras… las perdemos para siempre).  Qué mejor creación que la de un espacio mágico en el que cada habitación se fuese llenando de luz hasta recuperar (juntas, a la vez) a todas esas personas que habían ido pasando e iluminando la existencia.

Nuestra Sombra del Membrillo nació como un intento de crear ese espacio mágico, una casa encendida que iluminase nuestras vidas desde la carga de verdad de la poesía. Fue construida esta casa con múltiples botellas con mensaje que como el náufrago hemos ido arrojando a la espera de algún milagro. Y el milagro está aquí: recogieron nuestras botellas fantásticos poetas de enorme relevancia, amigos y amigas que se han volcado con un quijotesco proyecto de creer en la palabra como vía suprema de convivencia y plenitud.

La sombra del membrillo es una revista de poesía impresa hecha desde Getafe (España) que tuvo 10 números (desde 2003 hasta 2008). Puedes adquirirlos en la librería virtual El Trovador.

La antorcha de aquel proyecto ha intentado seguir viva en otras iniciativas. Este blog intenta recogerlas.

UN LUSTRO DE POESÍA

La famosa anécdota atribuida a Chesterton cuenta que un día se acercó a ver cómo avanzaban unas obras. Allí se interesó por la labor de varios obreros, a los que fue preguntando qué estaban haciendo. Uno contestó que acarreaba piedras, otro que preparaba una mezcla, otro que instalaba un andamio… Así hasta que dio con un hombre que respondió: “Yo… estoy construyendo una catedral”.

Portada de La sombra del membrillo, 9-10Aunque los demás no puedan verlo, esta es la pequeña catedral que hemos construido: un lustro de una revista de poesía hecha contra viento y marea desde un centro de educación secundaria. No en vano, la primera portada de La sombra del membrillo, obra de Alfredo Arias, era una congelada catedral. Y nuestro número especial 9-10 rinde homenaje a otra catedral: la levantada desde hace años por la fe y el esfuerzo de un hombre, Justo Gallego.

Por LSM han pasado grandes creadores, unos consagrados y otros noveles; todos han dejado su huella indeleble en los cimientos de nuestra construcción. De ahí que nuestro último número esté dedicado a Kike Correcher, nuestro joven colaborador valenciano que no podrá regalarnos ya ninguna muestra más de su talento. Sirva su palabra, que abre el apartado de poemas de este número, para hacer verdad lo dicho por Juan Gelman, último Premio Cervantes: “…ahí está la poesía: de pie contra la muerte”. Kike y tantos más siguen con nosotros, formando parte de esa “Casa Encendida” rosaliana llena de la luz de todos los que fueron, y son, tan desprendidos como para derramar su brillo interior por donde van, iluminando nuestras existencias.

Que LSM tenga ya una canción homenaje (gracias a la generosidad de Joaquín Lera), que aparezca en libros de texto (como el de Lengua de editorial Mc-Graw Hill), que exista en capítulos de libros como Aprender a convivir desde el entorno escolar, que hasta la princesa Letizia Ortiz (gracias a nuestra más valiente reportera, Arantxa) la haya elogiado no será nada si no somos capaces de potenciar la sensibilidad y la creatividad de los jóvenes desde este pequeño artefacto que inventamos hace un lustro.

Y para intentarlo, en este diciembre de 2008 en que se cumple un lustro de supervivencia, recordamos nuestro especial Sueños “imposibles”: el palacio imaginario del cartero Cheval en la mirada de Isabel Castells, la Catedral de Justo Gallego, la británica asociación de las nubes, el tesón narrativo de Laura Gallego y la poesía en la escuela en una magistral conferencia inédita de Luz Pichel. En la lista falta, claro, otro sueño imposible muy cercano: La sombra del membrillo.

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