HURACÁN
Fluye en el cielo rizado,
una constante canción,
de hermética predicción
y de murmullo alejado.
El viento corre plagado
de un desenfreno luctuoso,
sobre ese bosque oloroso
de penas y desazones,
donde cerúleas razones,
sucumben en modo airoso.
Y en esta loca violencia,
emprende el vuelo mi llanto,
mientras la luz entre tanto,
se aleja de mi conciencia.
La boca de la clemencia,
no emite ningún quejido,
en tanto un rayo de olvido,
se estrella sobre la peña,
en que mi anhelo desdeña,
de la distancia el silbido.
La tropas de la lejana,
de la lejana osadía,
han puesto un cerco en la umbría
sonrisa de la mañana.
Los ojos de mi ventana,
intentan prender sus faros,
mientras susurros avaros,
eclipsan el eco amado,
que tanto tiempo he buscado,
en rumbos toscos y raros.
Pero vendrá una lumbrera,
que apague mi oscuridad
y entonces mi soledad,
se volverá primavera.
Será de nuevo la hoguera
el centro del nubarrón,
que acaso del corazón,
se fue sin ser despedida
y entonces tendrá mi vida,
cordura en su sinrazón.
Alberto Madariaga (México, 21 años)