Vega Cerezo
Hace meses que los versos de Nordbrandt me habitan.
A veces ocurre. Ocurre que un libro, una historia, unos poemas se cuelan arrebatadamente en ti y se quedan. Sacuden, iluminan, descubren, desnudan, te atraviesan de arriba abajo, acarician, desordenan, escuecen y excitan. A veces, ocurre.
La tarde que Nordbrandt y yo nos conocimos, todo aquello que debía acontecer para hacer nuestro encuentro perfecto sucedió sin ser convocado. El paseo mientras charlábamos, tu compañía, la terracita frente al mar, la calma, las copas de vino blanco y mis ansias por perder el tiempo con aquel libro. Así fue como recalaron en mí los poemas de la antología Nuestro amor es como Bizancio.
Desde entonces hablo de Nordbrandt a todas horas.
Henrik Nordbrandt (Copenhague, 1945) está considerado uno de los mejores poetas daneses. Galardones como el Premio Nórdico otorgado por la Academia Sueca para escritores escandinavos (1990) y conocido como «el pequeño Nobel» o el concedido por el Consejo Nórdico de Literatura (2000), avalan su obra.
Estudió lenguas orientales, chino, turco y árabe en la Universidad de Copenhague aunque no llegó a obtener ningún título. Huyendo de la intolerancia que en los años sesenta dominaba la sociedad danesa, abandonó su país para trasladarse al sur de Europa.
Estrechamente vinculado al Mediterráneo, su poesía recrea los diferentes escenarios donde ha vivido: Turquía, Grecia, Italia o España. En su obra el viaje es un referente constante. No como elemento lejano y fantasioso sino como algo intrínseco a su experiencia vital. Ciudades vividas, unidas al amor o al desamor como parte del proceso y sin las cuales estos sentimientos no lograrían alcanzar la profundidad que él nos descubre.
ADONDEQUIERA QUE VAYAMOS
Adondequiera que vayamos siempre llegamos demasiado tarde
a aquello que una vez salimos a buscar.
Y en cualquier ciudad en que nos quedamos
están las casas a las que es demasiado tarde para volver
los jardines en los que es demasiado tarde para pasar una noche de luna
y las mujeres a las que es demasiado tarde para amar,
lo que nos tortura con su intangible presencia.
Y sean cualesquiera las calles que creemos conocer
nos llevan más allá de los jardines floridos que andamos buscando
y que difunden por toda la vecindad sus pesadas fragancias.
Y cualesquiera que sean las casas a las que volvemos
llegamos demasiado tarde por la noche para ser reconocidos.
Y cualesquiera que sean los ríos en que nos reflejamos
no nos vemos hasta que les hemos dado la espalda.
Francisco Uriz, gran conocedor de la obra de Nordbrandt y traductor de esta antología, nos habla en su prólogo del autor como un hombre que ama la partida. Un adicto al abandono de lugares o mujeres. En ocasiones, esas partidas han estado motivadas por las intromisiones de la policía turca ante la defensa que Nordbrandt ejercía de los derechos de la minoría kurda o por inconformismo, como en el caso de su salida de Dinamarca. Pero su pasión por dejarse poseer por las ciudades que habita es constante.
Fuera como fuese, esos lugares le recorren con la misma intensidad con la que es acogido.
El amor y el desamor son dos de los temas patentes en su obra como no podía ser de otro modo. Nordbrandt es pasión, rotundidad, y ambos sentimientos son tratados con esa fuerza en sus poemas. La cotidianidad de un gesto cobra en sus versos una belleza que lo hace excepcional. Es cercano, sencillo, y a la vez rotundo porque la poesía de Nordbrandt tiene ese algo que te sacude como un escalofrío y se queda para siempre.
HABLO DE TI
Hablo de ti
y me es difícil hacerlo.
Así es que hablo de que hablo de ti
cuando hablo del otoño, de telarañas tan delicadas
como perdidas en los surcos por novias olvidadizas
de las pesadas gotas del rocío bajo el tardío sol vespertino
y más tarde de las largas sombras sobre la explanada
de la tormenta que sacude las copas de los tilos
ya antes de que yo empiece a hablar de las estrellas
y del resplandor de las estrellas en los cristales rajados de la casa
que tintinean cuando ataca la helada de la noche
y todos los sonidos devienen penetrantes, cuando hablo
de todo esto, de todo esto que habla de ti
y de lo que es tan difícil hablar.
Así te hablo a ti.
NO SON LOS ÁRBOLES FRUTALES
No son los árboles frutales bajo la llovizna
lo que te pone triste ni tampoco
que se hayan dejado las herramientas del jardín
tiradas sobre el húmedo césped.
Que el otoño es melancólico, eso lo sabes
pero quién puede a pesar de todo contemplar
una hoja de haya purpúrea rozada por un secreto
rayo de sol tardío que la hace visible
sin descubrir al mismo tiempo el cesto de virutas
que podridas y semihundidas
parecen aludir a la ausencia de alguien
o a una inminente llegada largamente esperada.
Quizás porque nuestro encuentro tuvo todo aquello que sin ser reclamado lo hizo perfecto o porque su poesía me resulta maravillosa, hace meses que no dejo de hablar de Nordbrandt.
***
Vega Cerezo Martín (Murcia, 1970), autora del poemario Sirena dormida (del que editamos un adelanto en nuestra Sombra), no deja pasar oportunidad para contagiar su pasión por la poesía y, en especial, por la poesía de Henrik Nordbrandt, como en este regalo que nos ha hecho para este número 13.
Nuestro amor es como Bizancio
Henrik Nordbrandt
DeBolsillo.
9788499081878
368 páginas.