Mayte Gómez



A MIL KILÓMETROS DE AQUÍ

Ir y venir sin ton ni son.

Calentando el rumbo sin razón.

El sin sentido fue reconocido allá, mirado desde fuera, cuando ni de lejos apenas se vislumbraba.

Llegas al kilómetro olvidado, recordando que, donde la hierba cubría tus tobillos antaño, ahora solo queda la maleza, oscura y seca.

Me encantaría perder mis coordenadas, olvidar el ruido y desorientada e inocente colocar las fichas que un día cayeron del tablero.

Parece que nunca llega. Hasta que llega, y te toca. Se acabaron los vestidos y las cenas.

Y vuelve a tiritar. El frío azota tu piel y huele a sal. Espera, que despiertas.

Y qué difícil ni narrarlo, anhelando cada minuto como un suspiro, correteando, retándote a tocarlo.

Espera, que lo pierdo, quédate un rato más. Queda tanto tiempo aún…

Estúpida intuición.

Y sin quererlo te ciñes al cuento. ¿Qué paso?

«Cógeme en brazos, como ayer, dame mil vueltas, maréate conmigo, cobra el equilibrio y después, bésame y llévame lejos, donde no nos escuche ni el viento.»

Y vuelve a tiritar, ya no cesa.



CON LA VIDA ALETEANDO EN EL VACÍO

Me he cansado.

Me he cansado de pensar en lo imposible.
No me digas que no puedo volar, ni planear, pues tengo alas que se elevan hasta el más alto de los cielos, en donde por falta de costumbre, nuestros ojos no llegan ni a sospechar que existe vida más allá, más allá de la desesperación, la confusión, la indecisión, lo difícil.

¿Y es que no te das cuenta de que de eso se trata?
Y es que cuando creemos que no podemos más, es cuando nos hacemos más fuertes. Se activa el coraje y como cuestión de magia despegas, y siempre eres capaz de subir un escalón más.

Me niego en rotundo en la idea de pensar que las fuerzas se desgastan, simplemente se ensucian de meros pensamientos que te tientan en la idea de desistir. Ahora sé que no, solo hace falta que nos recuerden que se trata de energía renovable, en donde nosotros mismo somos los propios suministradores de aliento.

A veces hace falta caer, exprimirnos al máximo, en definitiva sufrir, simplemente para ser conscientes de que el día de la tormenta escogeremos el paraguas adecuado.

¿Y es que quien dijo que el miedo era de cobardes? Todo lo contrario, quien no tiene miedo no es capaz de superarlo. Y aunque no nos demos cuenta nos hacemos héroes día a día.

Y te encontrarás día tras día en un bucle perpetuo, peleándote con la vida, cayendo, levantándote, cayendo, levantándote… pero nunca desistirás en la idea de querer contagiarte de sonrisas, alcanzar tus sueños, tus objetivos, de crecer como persona día tras día…

«Solo puedo decirte que lo conseguiré, por muy difícil que me lo pongas, resurgiré de mis cenizas tantas veces como haga falta, y seguiré subiendo.

Podrás traerme ventanas sin luz, noches sin luna. Podrás traerme paredes blancas una y otra vez, pero te prometo que tendré el coraje de atreverme con cada una de ellas.

Romperé mi cascara de seda y abandonaré la seguridad que da el suelo, para de esta forma emprender el vuelo.

A ti, querido miedo, te gano yo. Hoy y mañana, y si me apuras, siempre. Porque siempre estarás ahí, para hacerme ver que soy capaz. Que puedo».

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