Un cuento de demonios
La abuela cogió una silla y se sentó al lado de la cama donde estaba el enfermo. El pequeño llevaba varios días con fiebre. Con voz tierna le dijo:
–Vamos, Alex, anímate, que te voy a contar un cuento.
–Yo no quiero un cuento, abuela –contestó el enfermo–. Eso es para pequeños.
–Es verdad –dijo la abuela sonriendo–, ya has cumplido 12 años. Aunque estoy segura de que este cuento te gustaría. Hay héroes y villanos, muerte y destrucción, y también amor…
Antes de que la abuela pudiera continuar el niño la interrumpió sobresaltado.
–¡AMOR! Por favor, abuela, ¡qué asco! Entonces ya sé cómo va a acabar, ella se termina casando con el chico y viven felices.
–Pues este cuento es distinto de lo que tú te crees. Además salen demonios…
La cara del oyente se transformó. –¿Demonios, de verdad salen demonios? –preguntó esperanzado.
–Vale, si salen demonios puedes empezar.
Hacía varios días que la oscuridad invadía toda la ciudad, y la sangre y los muertos llenaban las calles. La gente corría asustada a sitios seguros, los soldados solo podían mirar al cielo…
–Entonces apareció un héroe montado en un dragón alado, que acabó con todo el sufrimiento y se quedó con una chica muy guapa. Fin –dijo el pequeño mirando despectivo a la abuela.
–Déjame que continúe, verás cómo te gusta.
El cielo estaba cubierto por seres alados que se enfrentaban a los humanos en una batalla para gobernar la Tierra. Dos jóvenes corrían por una calle ancha y solitaria.
–Ya está, ya han aparecido los tortolitos.
–Calla, no interrumpas -dijo la abuela y continuó contando la historia.
De repente dos demonios que les habían visto se abalanzaron sobre ellos. Corrieron todo lo que pudieron pero en un instante les cortaron el paso y… Estoy pensando que igual tienes razón y esta historia es un rollo, mejor lo dejamos.
–¡¿QUÉ?! NO, ABUELA, SIGUE ¿QUÉ PASÓ?
–Pero si a ti no te interesa –dijo la abuela mirando al pequeño enfermo.
–Pero acaban de aparecer los demonios. Abuela, por favor, cuéntame que pasó con ellos.
–Vale, tranquilo, seguiré. El corazón de los muchachos latía con fuerza; sin ningún lugar donde poder refugiarse, los demonios se abatieron sobre ellos. Los gritos de dolor se oían por toda la calle. Los jóvenes intentaron defenderse, aunque todo era inútil.
Los demonios les mordieron el cuello y los brazos. La sangre caía como una catarata. Cuando las fuerzas les abandonaban, el muchacho gritó algo que la chica no pudo oír con claridad. En ese momento, una luz salió de su interior y se metió en el cuerpo de ella. Los demonios, cegados por el intenso resplandor, salieron volando.
Tras su marcha, la chica pudo ver cómo el cuerpo de su novio yacía en el suelo muerto, mientras ella agonizaba. Sólo le quedaban unos segundos de vida. Su cuerpo ya no respondía, sus ojos, aunque ella se esforzaba por mantenerlos abiertos, se cerraban poco a poco, hasta que ya no pudo más y se durmió.
–Abuela, te has equivocado, te has cargado a los protagonistas. Esta historia no tiene ni pies ni cabeza.
–¿Eso es lo que piensas? Pues a mí me gusta. Pero has de saber que aquí no termina la historia. Sí, él ha muerto, pero ella… Cuando despertó estaba en una cama, tenía vendados los brazos y el cuello, alguien la había salvado de la muerte… pero ¿quién?
Una anciana se acercó hasta su cama. Mirándola con ternura fue revisando sus heridas. Ella, con apenas un hilo de voz, preguntó por su acompañante. La anciana movió lentamente la cabeza. «Lo siento niña, allí no había nadie, sólo se alejaban de allí unos demonios cargando un extraño bulto».
La chica apretó los puños encima de su regazo y unas lágrimas le recorrieron las mejillas. La anciana se sentó a su lado para consolarla. En ese momento la chica se acordó de lo último que había dicho su novio. Le costaba recordar las palabras pues con los gritos de dolor no entendía bien lo que decían. Entonces se levantó de la cama de un salto.
–Ya me acuerdo –miró a la anciana. –Las últimas palabras de mi novio fueron: «Dos almas, un cuerpo».
La anciana sorprendida se levantó y se dirigió hacia la puerta. Le dijo que se tumbase y que descansara. La chica asintió y se quedó pensando por qué su novio había dicho eso.
Unas horas después apareció la anciana con dos hombres y una mujer. Uno de los hombres era uno de los sabios del pueblo. Se acercaron hasta la muchacha y después de observarla le explicaron que lo último que había dicho su novio era un hechizo para pasar su esperanza de vida a otra persona.
–Cuando la muerte está cerca, el que hace el hechizo pasa parte de su vida a la persona que está muriendo y así compartirán su alma. Ahora parte del espíritu de tu novio está en ti –los hombres se miraron entre ellos.
–Cuando te encuentres mejor, deberás abandonar el pueblo. La chica no entendía por qué la ternura con la que había sido atendida por la anciana se transformó en los días siguientes en una extraña frialdad. Apenas recibía visitas, la anciana llegaba con la comida y sin dirigirla palabra alguna, esperaba que ella comiera para abandonar la estancia con el plato vacío.
Pasadas unas semanas la joven se recuperó. Cuando cruzó la puerta recibió las miradas de odio y temor de los vecinos. Ella no entendía lo que estaba pasando. Con el corazón lleno de tristeza se fue alejando de la población. Entonces unos gritos la alertaron. «¡QUE VIENEN LOS DEMONIOS!» .
La muchacha vio cómo el cielo se cubría con una espesa nube negra. El batir de incontables alas rompía el apacible silencio de la marcha de la joven. Destacaba la figura de un fuerte demonio que encabezaba la marcha. Rápidamente los aldeanos cogieron sus armas preparados para luchar contra los demonios.
Los dos ejércitos quedaron uno frente a otro. En el centro ella permanecía inmóvil. Su mente sólo podía pensar en su amado, su corazón latía fuertemente como la última vez que le vio. El líder de los demonios se acercó hasta ella. Ella atemorizada ante la magnificencia de aquel ser, no levantaba la mirada. El demonio se quitó lentamente el casco. Y con una voz que le era conocida dijo:
–Al fin te he encontrado. Ven conmigo.
Ella levantó la vista, frente a ella estaba su amado. Las lágrimas de alegría corrían por sus mejillas. Había encontrado a su amor…
–¡JO, ABUELA, OTRA VEZ ME HAS VUELTO A ENGAÑAR! –dijo el chico enfurruñado. –Esta es la historia tuya y del abuelo.
La abuela sonrió. Mientras se acariciaba el pecho a la altura del corazón, pasó una mano por el pelo a su nieto. El joven, como siempre que le acariciaba la mano de su abuela, desplegó sus pequeñas alas y se dejó hacer.
–Abuela, ¿yo llegaré a ser un guerrero como el abuelo?
–Por supuesto, pero antes debes ponerte bueno.