Instante


SÓLO UN INSTANTE

Sara entró en el despacho del comisario Valenti. Era una habitación amplia decorada con un gran número de estanterías. La luz se filtraba a través de unas amarillentas cortinas, lo que daba a la sala un ambiente lúgubre. Parecía que al comisario no le importaba mucho el aspecto de su despacho. Aun así una foto de un chico de unos quince años estaba puesta sobre su mesa. Era el único hijo del comisario, le conocía poco, apenas de haberle visto un par de veces en la escuela, pero le reconoció. Aquella foto le recordó a Christian y una punzada de dolor le recorrió todo el cuerpo. Pensar en él le causaba un inmenso dolor que se apoderaba de su pecho. Unas lágrimas lucharon por inundar sus ojos, pero no lograron conseguirlo.

—¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Valenti sacándola de sus amargos pensamientos.

—No —contestó ella con un tono más brusco del deseado.

—Lo entiendo. Debe de estar agotada —repuso él. En su voz se distinguía un matiz de preocupación impropio de él.

—Agotada —dijo ella suspirando. Su tono dejaba entrever ironía—. Es una bonita forma de resumirlo. Me siento asustada, aterrada, culpable… —Se clavó las uñas en las palmas de las manos para que no le temblara la voz, desviando la mirada de los fríos ojos azules del policía.

—No debe sentirse culpable. ¿Seguro está preparada para lo que va a hacer?

—No. Pero debo hacerlo —dijo frunciendo los labios.

—Cuéntemelo todo, pues —dijo el comisario encendiendo un pequeño aparato negro, una grabadora, que a la chica le había pasado completamente inadvertida.

Sara suspiró. Había pensado mucho lo que iba a decir, pero aun así necesitaba tiempo para poner en orden sus pensamientos. Los acontecimientos eran demasiado recientes y no estaba segura de ser capaz de poder aguantar el tipo durante mucho tiempo. Respiró hondo e hizo acopio de fuerzas.

—Lo que estoy apunto de contar es lo más difícil que he hecho en mi vida y no sé siquiera cómo comenzar —dijo, más para sí misma que para el policía.

—Lo comprendo —repitió Valénti—. Comience por el principio.

La joven suspiró, intentando prepararse para lo que estaba a punto de hacer. Cerró los ojos un momento y apretó los labios, dispuesta a acabar con todo lo antes posible.

—Hoy era el cumpleaños de mi hermano pequeño, Christian, Chris… —hizo una pausa, pues se quedó sin voz al pronunciar su nombre—. Él quería ir al «burger»,  pero yo insistí en que debíamos ir a un restaurante algo más apropiado para la ocasión. Terminamos yendo al Serendipity, no sé si lo conocerá. Es un lugar agradable, y me pareció el idóneo para la cena. La comida fue una delicia e incluso Chris reconoció que había sido buena idea celebrar el cumpleaños los dos solos —se le dibujó una sonrisa triste en los labios—. Desde la muerte de nuestros padres yo he trabajado mucho, y mi hermano ha estado estudiando en una escuela privada, y como él tenía otra familia, de acogida… —paró un momento, al pensar que no había pasado con Chris el tiempo suficiente—. No… no nos veíamos mucho, nunca teníamos tiempo. Hacía prácticamente un mes que no nos veíamos ni hablábamos por teléfono. Me estoy desviando, lo siento —cerró los ojos y apoyó su frente en la palma de la mano—. Cuando salimos del restaurante decidimos dar una vuelta por el parque —apretó los labios—. Cuando ya regresábamos a su casa de acogida, como salido de la nada, apareció Jonathan, mi ex-novio —pronunció la última palabra con desprecio—. Me pareció ebrio, ahora sé que tenía razón.

—‘Hola, Sarita’, me saludó. Se le trababa la lengua.

—‘¿Quién es ese?’ preguntó frunciendo el ceño y señalando a mi hermano. ‘Vete Jonathan, sabes que no puedes acercarte a mí’, contesté. La situación era realmente incómoda, y me estaba poniendo nerviosa.

—‘¿Quién es, Sara?’, me preguntó Chris.

—‘Soy su novio’ contestó malhumorado, Jonathan.

Chris se enfureció: ‘Tú le rompiste un brazo a Sara’, gritó dando un paso al frente.

—¿Este es tu nuevo novio? —preguntó Jon furioso.

—‘Vale ya los dos’, grité. Estaba preocupada. Ese hombre me maltrató durante años, llegó a tirarme por las escaleras, por celos. Sentí un mal presentimiento cuando Jon llamó a Chris «mi novio» —suspiró—.  Todo sucedió tan deprisa…

Estaba al borde del llanto y empezó a marearse, pero sabía que tenía que seguir. Por la justicia, aunque poco podía hacer ya y había dejado de creer en ella desde hace años, por ella, aunque fuese la culpable de la muerte de Chris, aunque no mereciese ser feliz… y por él, por su hermano… por Chris. Volvió a hundir la frente entre las manos y se echó el cabello hacia atrás; tragó saliva y se dispuso a continuar.

—De pronto Jon sacó una pistola del bolsillo de su chaqueta. ‘¡Por favor, Jon, no!’, grité con todas mis fuerzas. Los ojos de Chris se abrieron al límite. Sucedió en un instante, la bala surcó en silencio la corta distancia que separaba a Jon de Chris y quedó instalada en el costado izquierdo de mi hermano.

Sara no pudo más y comenzó a llorar, y entre lágrimas y prácticamente sin voz siguió contando cómo al oír la discusión una mujer que vivía cerca llamó a la policía. El furgón policial llegó a tiempo para detener a Jonathan y evitar su huida, pero la ambulancia que debía transportar a Chris llegó al lugar del accidente demasiado tarde.

—Le aseguro que con su declaración el asesino de su hermano no volverá a pisar la calle jamás —intentó consolarla, torpemente, Valenti. Pero eran palabras de consuelo para él, que en lo único en lo que podía confiar en estos casos, era en su fe en la justicia, que seguía siendo la misma.

Sara no había dejado de llorar, pero cuando habló no lo hizo con voz débil y quebradiza, sino con una voz firme y amarga, la cual desentonaba con una chica de su edad.

—Eso dijeron cuando me rompió el brazo. En unas pocas horas fue libre, la única protección que tuve contra él fue una orden de alejamiento, que nada pudo hacer para salvar la vida mi hermano pequeño.

El semblante de Sara se ensombreció, solo duró unos segundos, apenas un instante, luego volvió a ser el de una joven dolida, pero Valenti jamás olvidaría la expresión de odio y la oscuridad de los ojos de una joven, de apenas unos años más que su propio hijo. Una chica como ella no debería saber lo que era sentir y odiar así, pero la vida no había sido justa con ella. Duró solo un instante, pero jamás olvidaría aquel caso, a aquella chica…

Nadia Cortina

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