Nada

Ane Miren Mena

Todos los días igual: viene la doctora me echa su sermón particular, me tomo las pastillas delante de ella y se marcha con esa sonrisa tan estúpidamente encantadora diciéndome «Sigue así, todo saldrá bien». Es fácil decirlo cuando no es ella la que tiene que sufrirlo. Lleva haciendo esto desde que empezó este tormento, lo que ellos llaman enfermedad.
Cada día que pasa es igual: las mismas pastillas, la misma doctora, mis padres, mi hermano… Con esa cara de compasión que ponen cada vez que me ven aparecer por alguna esquina. ¿No se dan cuenta de que prefiero que pasen de mí a que me traten como si fuera una pobrecita sin remedio? Se creen que porque soy más débil que ellos ya no sirvo para nada.

Llevo meses sin salir con mis amigos, sin ir al colegio, sin leer, sin hablar de mis cosas. Y ahora me ha dado por escribir a ver si alguien desconocido lo lee y me comprende. No es fácil decirle a tu mejor amigo cómo te sientes cuando no ha pasado por tu lugar y él solo está pensando en irse esa noche a la discoteca.

Han pasado ya dos años desde que nos dieron la noticia y yo, en vez de ir recuperándome, cada vez voy a peor, cada vez más delgada, cada vez más pálida… sinceramente no creo que me cure aunque mi familia tiene la seguridad de que sí. Debería ser al revés pero lo tengo yo más asumido que ellos.

Y así transcurrían los días hasta que llegó el momento en el que todo terminó.

Estábamos cenando cuando de repente empecé a tener mucho frío, un frío horrible, todo me daba vueltas y notaba como mi corazón golpeaba mi casi transparente piel. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en el hospital. A un lado mi madre, al otro mi padre y en el medio yo, llena de tubos por todas partes, cables, máquinas que hacían ruidos insoportables…Y ocurrió. Dejé de notar la mano de mi madre y un hormigueo me comenzó a subir desde las puntas de los dedos hasta el cuello. Mis ojos se iban cerrando y la máquina sabía que algo malo me pasaba puesto que comenzó a pitar más fuerte. Oía cómo la habitación empezaba a llenarse de gente, gritos, llantos, lloros, movimientos bruscos en esa oscuridad que poco a poco se iba apoderando de mí y después… Nada.

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