Wislawa Szymborska


ADOLESCENTE

¿Yo, adolescente?
Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí,
¿tendría que saludarla como a una persona próxima,
a pesar de que es para mí extraña y lejana?

¿Soltar una lágrima, besarla en la frente
por el mero hecho
de que tenemos la misma fecha de nacimiento?

Hay tantas diferencias entre nosotras
que probablemene sólo los huesos son los mismos,
la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos.

Porque ya sus ojos son como un poco más grandes,
sus pestañas más largas, su estatura mayor
y todo el cuerpo recubierto de una piel
ceñida y tersa, sin defectos.

Nos unen, es cierto, familiares y conocidos
pero casi todos están vivos en su mundo,
y en el mío prácticamente nadie
de ese círculo común.

Somos tan diferentes,
pensamos y decimos cosas tan distintas.
Ella sabe poco,
pero con una obstinación digna de mejores causas.
Yo sé mucho más,
pero, a cambio, sin ninguna seguridad.

Me muestra unos poemas
escritos con una letra cuidada, clara,
que no tengo ya desde hace tiempo.

Leo y leo esos poemas.
A lo mejor este de aquí,
si lo acortáramos,
y lo corrigiéramos en un par de lugares.
El resto no augura nada bueno.

La conversación no fluye.
En su pobre reloj
el tiempo es barato e impreciso.
En el mío mucho más caro y exacto.

Al despedirnos nada, una especia de sonrisa
y ninguna emoción.

Sólo cuando desaparece
y olvida con las prisas la bufanda.

Una bufanda de pura lana virgen,
a rayas de colores,
hecha a ganchillo
por nuestra madre para ella.

Todavía la conservo.


IDEA

Me vino a la cabeza una idea
¿para un verso?, ¿un poema?
Muy bien – le digo -, quédate, hablemos.
Tienes que contarme más de ti.

Ella me murmura algo al oído.

Ah, se trata de eso – le digo -, interesante.
Desde hace mucho me preocupa ese asunto.
¿Pero un poema sobre eso? No, seguro que no.

Ella me murmura algo al oído.

Eso es lo que tú crees – le respondo-,
sobrestimas mi capacidad y mi talento.
Ni siquiera sabría cómo empezar.

Ella me murmura algo al oído.

Te equivocas – le digo -, un poema concentrado y breve
es más difícil de escribir que uno largo.
No me tortures, no insistas, porque no va a salir bien.

Ella me murmura algo al oído.

Como quieras, lo voy a intentar, ya que te empeñas.
Pero de antemano te digo lo que va a pasar.
Ya verás, lo escribo lo rompo y lo tiro a la basura.

Ella me murmura algo al oído.

Tienes razón – le digo -, finalmente hay más poetas.
Otros lo harán mejor que yo.
Te puedo dar nombres, direcciones.

Ella me murmura algo al oído.

Sí, claro que los voy a envidiar.
Nosotros nos envidiamos hasta los malos poemas.
Y éste quizá debería… quizá debe tener…

Ella me murmura algo al oído.

Exactamente, tener esos rasgos que enumeras.
Así que mejor cambiemos de tema.
¿Te apetece un café?

Ella solamente suspira.

Comienza a desaparecer.

Y desaparece.


DIVORCIO

Para los niños el primer fin del mundo de su vida.
Para el gato un nuevo dueño.
Para el perro una dueña nueva.
Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.
Para las paredes claros cuadrados tras los cuadros descolgados.
Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.

Para el coche mejor que fueran dos.
Para las novelas, la poesía – de acuerdo, llévate lo que quieras.

Peor para la enciclopedia y el vídeo,
ah, y para el manual de ortografía,
donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:
si todavía unirlos con la conjunción «y»,
o ya separarlos con un punto.


***



Gracias a la editorial Bartleby, los lectores hispanos podemos leer la mejor poesía que se hace en Europa no sólo en versión bilingüe, sino de modo coetáneo. Es el caso del delicioso libro de la premio Nobel Wislawa Szymborska (Kórnik, Polonia, 1923) Aquí.

Bartleby ha publicado la magnífica traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia en 2009, el mismo año de lanzamiento del libro en las librerías polacas. Por cortesía de la editorial, recogemos en nuestra Sombra tres poemas del libro.

En ellos se puede disfrutar el peculiar humor de la autora, así como su capacidad de hacer sentir imaginativas y múltiples perspectivas sobre cada realidad. Toda una invitación (gracias, Nieves) a seguir leyendo a la genial Szymborska.

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