ESE LUGAR
Morir és l´unic triomf de la vulgaritat
(Joan Margarit)
Ese lugar de aire azul,
ese lugar tan frágil
como el grito de una gaviota
rompiéndose en el mar de la memoria;
esa cumbre de la vulgaridad
por cuyas laderas se funde
la lágrima de la victoria;
esa ignorancia del adiós, patética,
del viajero que surca
el sendero del no con el triunfo del sí;
ese hospital donde tu padre brinda
como un caballo blanco
que corcovea en torno a un alambre de espino,
todo eso, y nada más,
es el morir.
ÚLTIMA RELACIÓN DEL CAPITÁN DOMINGO TORAL Y VALDÉS
Me basta con la vida para justificarme
(Luis García Montero)
Muy pronto llegará la negra muerte
con la hediondez de los desesperados.
Arrastrará mi cuerpo hacia la tumba
como un pellejo de animal vencido
entre latines y sollozos vanos.
Todo mi cuerpo ya es huida lenta
hacia el fervor de lo desconocido.
Muy pronto llegará la avara muerte
izando las banderas del pecado.
Y en esta habitación del siglo XVII
me cerrará los ojos con el mar
de mi amada Cantabria.
Haz memoria de tus postrimerías
y nunca pecarás,
me dice
el viejo prisionero de palabras,
volatinero dulce de arsénica mirada
que en este lance afortunado
se ofusca en vindicar
la victoria final del capitán.
El manto negro de la muerte
arropa siempre el último suspiro
de la vulgaridad.
Pero son los instantes del recuerdo
los que colman y enjambran mis historias
en el panal oscuro del destino.
Como un muchacho que traiciona
la vida amable de Castilla,
el rancio honor de ser hidalgo viejo
en las ocultas tenerías
del basurero de la Historia.
Con la sangre de Lázaro de Tormes en mis venas
viví la humillación de ser soldado
en el timbal de las trincheras,
y el hambre impuesta por aquellos
que viven la victoria de mi España
en los dorados campos holandeses.
Los grandes y su gloria, la muerte y sus banderas,
y la mentira que ama las derrotas
y la vergüenza sorda de las picas
clavándose en la rosa de mi patria.
Cuán tristes son los campos y banderas
de aquellos que sufrieron por España.
No saben que los pueblos morirían
por ver la dignidad en los pendones
que sus hijos arrastran por Europa.
Haz memoria de tus postrimerías
y nunca pecarás.
Sólo concibe la memoria
las banderas caídas del pecado.
Pero aún quedan la gloria y la grandeza
sumidas en los ojos de los hombres.
Ojos, mirad
la palpitante lucha de mi pueblo
en los eternos mares de la muerte.
Mirad la hastiada sangre derramada
en el sosiego del ocaso,
el impaciente sol de la victoria
oculto quedamente
en los confines del Imperio.
Mirad al joven capitán
de Ceilán a Madrid, cruzando los desiertos
que agostan el oasis libertario
del corazón.
Qué peregrino anhelo ser más hombre
bajo la música celeste que,
fugitiva, ensordece los tambores
en la incontable arena del desierto.
¿Y el honor, qué se hizo, dónde fue?
Capitán, haz memoria.
Yo sé que el viento helado de la muerte
olvida todas las derrotas
y las humillaciones y vilezas
de la palabra honor.
Yo maldigo el desgarro de la sangre
que sufren los amaneceres.
Jamás bebió la rosa de la vida
del manantial agreste
que limpia las traiciones de los hombres.
Mi honor es desacato con las obras,
la amiga bendición de los impuros
tras las fronteras sordas del Imperio.
Cuánto inmarchito honor de España llora
la ausencia esclava de la tierra.
Como un fervor de lluvia de Cantabria.
Mas arráncate ya, memoria mía,
las galas y atavíos del recuerdo.
Muy pronto llegará la avara muerte
izando las banderas del pecado,
mas no podrá encimar en su victoria
la dulce felonía de mi carne.
THOMAS MILLER EN EL CORREDOR DE LA MUERTE
Más que la muerte, vivo enmudecido
la afásica mordaza del lamento
y la hedentina hez del alarido
en el pasillo sordo del tormento.
Más que la vida, muere embrutecido
el pájaro cantor del pensamiento;
se sangra en las aldabas de su nido
y me asola este Cristo de mi aliento.
Y más que muerte y vida, la locura,
la urdida voz del hombre sempiterno
vejando su conciencia en mi tortura.
Oh justos que buscáis mi daño eterno,
oh dioses que juzgáis con luz tan pura,
ya vivo y muero en celdas de mi infierno.
Jesús Gallego Montero (San Fernando de Henares, 1963), salmantino de adopción, es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado artículos sobre la literatura española del Siglo de Oro; es editor de los Diálogos de apacible entretenimiento de Gaspar Lucas Hidalgo, la comedia burlesca La muerte de Valdovinos, de Jerónimo de Cáncer y responsable del Proyecto Lector de los Colegios El Valle. Su primer poemario, La Incandescente Rosa del Cometa (2006), se encuentra brevemente reseñado en nuestra sección “Libros amigos”.