UNA BOMBA EN EL MÚSCULO VITAL
Esto que arde en mi garganta
es el vómito de los niños que no lloran,
es el ácido de unos ojos que no miran,
de una multitud que me devora
lentamente
mientras camino por la Gran Vía y
me pregunto
por qué siempre fue demasiado pronto
o demasiado tarde para empezar
a amar.
Por qué no simplemente no ser refugio
de huesos y bocas.
Aquí en la Gran Vía,
las fieras han desatado
su furia y sus mejores galas,
han buscado mi sangre en la nuca
de los que no respiran.
Aquí una mujer sola que solo amó una vez.
Aquí una mujer en la Gran Vía
que simplemente se pregunta
si volverá a amar.
Las fieras han desplegado sus túnicas
por la ciudad,
llevan chisteras y máscaras y ríen mientras
persiguen un cortejo fúnebre.
¿Por qué siempre fue jamás y nunca
quizá tus labios?
¿Por qué no desprendernos
de las agujas del reloj?
Aquí una mujer, una mujer que no repara
en vomitar,
una mujer en la Gran Vía
con una bomba en el músculo vital
que augura muerte.
LA MUERTE DEL ELEFANTE
A mi abuelo
Aquí no respira ni Dios,
El silencio es la lengua madre
de los muertos.
En esta habitación todo el mundo llora
menos yo.
Yo no lloro,
lo intento pero descubro
que ya no sé llorar.
Los ríos se han secado y solo
quedan los surcos de lo que fueron.
La mujer camina.
Todos la observan
deslizarse por las tuberías en busca de viento.
Todos lloran y hacen ruidos con sus enormes narices y
me miran como esperando lágrimas.
Intento buscar la mirada de mis primos,
me ignoran, miran al suelo y se sorben los mocos.
Preveo que esta noche no acabará nunca.
Ahora hablan del tiempo, de las heladas, del frío que hace en esta tierra
cuando no amanece,
de cómo se enteraron de la muerte del hombre que yace en la habitación contigua,
mi abuelo.
Sí, mi abuelo, sí,
sin embargo no recuerdo ninguna sonrisa,
ninguna rebanada de pan con chocolate,
ninguna historia de la guerra.
Eso sucede porque mi abuelo jamás me amó
como aman los abuelos a sus nietos.
Yo era para él tan solo sangre.
Ya veis, soy un átomo enredado en la nuca de mi abuelo muerto.
Que alguien se atreva a decir que no estoy viva.
***
Odile L’Autremonde nació en Madrid en 1992. Estudia Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito dos poemarios todavía inéditos, La órbita perdida y Transiciones, y varios de sus poemas se han publicado en antologías digitales y en papel como Tenían veinte años y estaban locos (La Bella Varsovia, 2011). Ha sido traducida al portugués, y ha participado en festivales de poesía como Cosmopoética (Córdoba) o PAN (Salamanca). Pertenece a Puesta en Abismo, grupo dedicado a la performance poética. Ha colaborado como redactora en la revista Actores, y cursó varios años de danza y teatro. Para saber más sobre Odile: