PALABRAS PARA MARCOS ANA*
Santos Jiménez
«El día que le prendieron dicen que le azotaron e hicieron todo el mal tratamiento que pueden.
Metiéronle en el hueco de una pared, poco más o menos que una sepultura, pero mucho más alto, sin luz. Tenía de ancho seis pies y hasta diez de largo, sin respiradero sino una saetera en lo alto de tres dedos de ancho…
En toda su prisión no tuvo cama ni estera en que dormir. El suelo desnudo era su cama.
Oíle decir que del frío se le habían caído las uñas de los pies.
La comida que le daban era tal, según él me dijo, que cada vez que comía entendía que comía la muerte.
Le hacían ayunar y le daban disciplina de rueda muchas veces de las cuales quedaba muy lastimado.
Dábanle mucho tormento los piojos en aquella áspera prisión.
Un día pidió que le hiciesen la gran caridad de traerle papel y tinta porque quería escribir algunas cosas para entretenerse. Comenzó a escribir unas canciones y romances que tenía en la cabeza. Allí compuso aquellas coplas que comienzan:
¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido.
Salí tras ti clamando y eras ido.»
He querido empezar con estos recuerdos del cautiverio de nuestro paisano Juan de Yepes (San Juan de la Cruz) para constatar cómo a través del tiempo se suceden y se repiten en el hombre las mismas torturas y los mismos sufrimientos. El piojo, por ejemplo, es eterno; sus incomodidades han acompañado a las personas con tal tenacidad que, como dijo de él desde la cárcel de Málaga el preso Ricardo Claros Cancela:
De su fidelidad yo soy testigo:
Es el único amigo
Que no me ha abandonado en la desgracia.
A través de chinches, piojos, humedades, oscuridad, barrotes, mal olor, mala comida, malos tratos… podríamos venir con el hombre encarcelado desde el principio de los tiempos hasta nuestros días.
Estamos hoy aquí porque tenemos el honor de que esté con nosotros Marcos Ana para presentarnos su libro Decidme cómo es un árbol (Memoria de la prisión y de la vida) y para hablarnos de tantas otras cosas. De poesía, por ejemplo.
«Di tus cosas más personales, dilas, es lo único que importa, no te avergüences, las generales están en los periódicos». Esto lo dijo Elías Canetti, y esto es lo que ha hecho Marcos Ana en su libro. Abrirnos el corazón. La vida que retrata este libro es de obligado conocimiento, ya que la mente del hombre es acomodaticia y vuelve romas las lacerantes lanzas que atravesaron el pasado. Porque este es el testimonio de uno y la historia de muchos. Esto el autor está harto de pregonarlo, acordándose siempre de sus compañeros de cautiverio y denunciando sus penalidades.
Nos pide el autor en el título del libro que le digamos cómo es un árbol. Él lo sabe, lo sabía. Quien es capaz de regar con una jeringuilla una yerba nacida en la grieta del muro de la prisión manteniéndola así fresca… es porque conoce el árbol y conoce el bosque. En esa flor solitaria, como en la avecilla del otro prisionero de nuestro romance más famoso, «Que por mayo era, por mayo, / cuando hace la calor…», está contenida toda la naturaleza. Y quien la cuida, el ave, la flor… la ama y su pérdida será dolorosa: «matómela un ballestero» a la avecilla. «Estaba con la cabeza caída sobre su cuello roto y macilento…» la flor.
Porque este libro Decidme cómo es un árbol es un libro de entero dolor. El hombre que está con nosotros ha abrazado a muchos compañeros que iban a morir. Él vivió con esa espera y esa angustia encerrado durante veintitrés años en el contraútero de las ergástulas franquistas. En su estancia en la cárcel de Porlier compartió prisión con hombres de mi pueblo que fueron fusilados en aquellos años y están enterrados en el cementerio del Este. En este libro hay escritos estremecedores como el dedicado a su madre. Escritos donde «los límites del miedo están en la dignidad y en la conciencia de cada uno» como en el titulado «La Pepa», parodia y broma macabra de la muerte tan presente y puntual:
Es la Pepa una «gachí»
que está de moda en Madrid
Escritos poéticos, pues es el libro de un poeta, y poemas como Mi corazón es patio, el cual mencionó Rafael Alberti y yo he abreviado licenciosamente para ustedes:
La tierra es un patio cuadradodonde giran los hombres.
Soñé con un mundo en paz;
con trigo y besos, ríos, montes…
Pero todo es patio y los hombres
giran sin espacio.
Nací emparedado ¿Cómo canta el árbol
de la pasión y del amor…?
¿Hay puertas sin llaves?
¿Hay manos sin clavos?
Todo es patio. Patio de fosa.
Ni en sueños salgo ya de este patio…
Hasta mi corazón desnudo
tiene la forma gris de un patio.
Un patio donde giran los hombres…
Es fácil caer en la tentación de desmenuzar este libro, porque es auténtico, porque está lleno de verdad, porque esta persona de ojos bondadosos y de rostro sereno no ha hecho más que recordar y escribir y ha compuesto para todos nosotros un regalo, un testimonio. Él, que salió de la cárcel, de veintitrés años de cárcel, sin rencor, que ha dicho que la venganza no es un ideal político ni un fin revolucionario y que ha llevado a la práctica el vivir para los demás, con el recuerdo y el trabajo dedicado a sus compañeros en desgracia.
Marcos Ana es un poeta. Él ha dicho que no sabe si su poesía tiene calidad literaria, pero que era necesaria. Y yo añado: no sólo era necesaria sino que tiene ojos, oídos, corazones que la han hecho suya. Eso es lo más grande para un poeta, para cualquier autor: ver en vida valorada su obra. En la coyuntura, en el fragor del siglo XX, los versos de Marcos Ana tuvieron su sitio y su labor no fue en vano. Un poeta al que homenajean otros poetas como lo hacen en el libro El árbol talado que retoña, puede sentirse satisfecho. Cuántos buenísimos poetas darían un brazo por ello. Porque escribimos para nuestros semejantes y contemporáneos, queremos que escuchen nuestro grito las personas que transitan con nosotros en el tiempo; éstas son las que nos pueden dar el amor o el consuelo que pedimos o a las que pueden servir nuestros desvelos. La posteridad. ¡Ay, la posteridad! ¿De qué le ha servido la posteridad a D. Miguel de Cervantes Saavedra si vivió despreciado por sus contemporáneos, preso también del turco y de las Españas, enterrado no se sabe dónde…? Quemaría -maldita palabra- mis libros si supiera que iban a ser famosos en la posteridad. De qué me va a servir a mí la posteridad. Aquí y ahora, en vida, como dicen por estos pueblos, son las buenas obras, los aplausos que se merezcan y los reconocimientos, y no cuando estemos haciendo adobes con el colodrillo. Por eso admiro y me congratulo de la fortaleza de Marcos Ana, que sobrevivió a tanto martirio del que en las cárceles franquista se moría. Porque quien resiste, gana. Y él es un resistente y un superviviente. Me he sentido por unos instantes él y en él, mirando con sus mismos ojos, observando:
Oídme amigos. He visto
con los ojos soñolientos
algo que quiero contaros.
Es la madrugada. Un preso
enfrente de mí despierta.
Se incorpora sobre un codo.
Lía un cigarrillo.
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No sabéis lo que es un hombre
sangrando y roto, en un cepo.
Qué ingrata labor la de repetir y repetir por los siglos de los siglos la queja, la denuncia, el dolor:
Mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
Mi corazón desnudo y al desnudo y después de tantísimo cerrojo este hombre nos dice:
Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves.
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Que pasen los pájaros y los amigos
Por favor, primero los pájaros, por respeto y «por amor de lo que vuela».
Que no detenga nunca la golondrina el vuelo
que pasen los pájaros, los amigos, el aire…
Aire, metáfora de libertad, de vida:
Es la vida, los aromas,
el canto de los jilgueros,
la música en el vaso azul del día…
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Pero mi aire es un patio
donde giran los hombres sin espacio.
Emparedado, me olvidé del mundo, del árbol,
de la pasión que enciende el amor en los labios…
Ya ni en sueños regreso hacia mis años libres.
Volvieron los años libres. Vitalista e incansable, a grandes zancadas, viajó Marcos Ana por el mundo. Recuperando, esparciendo, recordando…
¿Qué más les puedo decir yo, cuando José Saramago ha dicho que Decidme cómo es un árbol es una lección de humanidad? Hoy está con nosotros aquí, en la Casa de la Cultura, en Arenas de San Pedro, Marcos Ana. Disfrutemos de su compañía y de su palabra. Es un superviviente y como ya dije antes, con frase rigurosa pero muy adecuada para el caso: Quien resiste, gana. Pido para él un fuerte aplauso.
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* Este texto nació con motivo de la presentación del libro de Marcos Ana Decidme cómo es un árbol, en la Casa de la Cultura de Arenas de San Pedro, 17 de abril de 2010.
Santos Jiménez