Rafael Morales

 

PLENITUD DEL SONIDO

 

El sonido era sólo
vibración, movimiento,
libertad de las ondas
de acústica presura.
Sus fugaces anillos
iban por el espacio
ensortijando el aire
con rumor fugitivo
o a veces con la ira
luminosa del rayo,
pero estaba vacío
hasta que el hombre un día
lo apresó en la palabra.

 

[Inédito. Madrid, 13.10.2003].

 

Rafael Morales (Talavera de la Reina, 1919) ha querido asistir al nacimiento de La sombra del membrillo con un regalo que supone un verdadero tesoro para nosotros: un poema inédito, que incluimos al final de la revista en su versión original manuscrita. Con entrañable humor nos dice que sus vértebras, el oxígeno que necesita y otros achaques le hacen pertenecer a la «degeneración del 40». Pero su permanente ejemplo de pasión por la poesía es una luz inextinguible de nuestra casa encendida.

Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid y en Literatura portuguesa por la Universidad de Coimbra, Rafael Morales es uno de los poetas de más amplia trayectoria creadora desde la posguerra española hasta la actualidad.

Vinculado a la generación de poetas como Gabriel Celaya, Victoriano Crémer, Vicente Gaos o Blas de Otero, fue seleccionado entre los mejores poetas jóvenes del momento en la consulta secreta a más de cincuenta escritores en la que se apoyó Francisco Ribes para su Antología consultada de la joven poesía española (1952).

Fue director del Aula de Literatura del Ateneo de Madrid y de La Estafeta Literaria, y crítico literario de la revista Ateneo y varios diarios españoles. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, colaboró activamente en la sección de Filología y Literatura de la Enciclopedia de la Cultura Española. Ha traducido y editado a diversos autores, entre los que figuran Leopardi, Eça de Queiroz y Gerardo Diego, y se ha introducido en varias ocasiones en la literatura infantil con Dardo, el caballo del bosque (1961), que narra en una prosa bella y sugestiva las aventuras de un potrillo, un perro y un niño perdidos en la selva. También es autor de una serie de publicaciones que recogen mitos y leyendas de Estados Unidos y Canadá, de los Andes, del Caribe, del Río de la Plata, de México o de la vieja India, orientadas al público infantil.

 El propio autor ha dividido su producción poética en tres etapas: la primera, que comprendería cuatro libros, se abriría en 1943 con su primer y celebrado libro de sonetos, Poemas del toro, con el que inauguraba  la famosa colección Adonais. La marcada huella de Miguel Hernández y la perfecta factura de sus poemas dejarán paso a su siguiente libro, El corazón y la tierra (1946), en el que junto a temas como el amor, el paisaje y el tiempo cobra relieve poético el universo propio de los recuerdos junto a lo humilde y lo feo, intensificado en Los desterrados (1947). La poesía acoge aquí a enfermos, locos, ciegos, tristes, abandonados…, todo un mundo de desterrados. En 1954 obtuvo el Premio Nacional de Literatura con su obra Canción sobre el asfalto, con la que se traslada a una ciudad despersonalizada y opresiva que se materializa en poemas dedicados al cemento, a una chaqueta, a los zapatos, al cubo de basura…

Tras esta primera etapa, Rafael Morales publica La máscara y los dientes (1962) y La rueda y el viento (1971), dos extensos poemas polimétricos sobre la condición humana, en los que se impone la realidad de los espacios más cotidianos.

A su tercera etapa pertenece Prado de serpientes (1982) -cuyo título está tomado del final de La Celestina– y Entre tantos adioses (1993), que reflejan la melancolía por el paso del tiempo, el sentido de la memoria y el homenaje a poetas y amigos.

Varias antologías han jalonado su producción poética: Antología y pequeña historia de mis versos (1958); Obra poética (1943-1981), prologada por Claudio Rodríguez; Poesías completas (1940-1967), (1967), que abarcaba el período de 1940 a 1967; Por aquí pasó un hombre: antología poética (1999) y su última Obra poética completa (1943-1999), a la que se deberá sumar en sucesivas ediciones su libro más reciente: Poemas de la luz y la palabra (2003). En este último libro se muestra con todo su esplendor el vigor creativo de este poeta a sus ochenta y cuatro años. Para Rafael Morales «la poesía es ante todo belleza sugerente de la palabra y por la palabra», y, lejos de una poesía deshumanizada y utilitarista, defiende, «en la línea de lo universal humano», la expresión de lo eterno e inmediato del hombre.

Más recientemente ha dicho: «La poesía que yo he escrito siempre ha tenido una doble vertiente. Por un lado, y más por idiosincrasia que por calculado propósito, un afán de reconocerme, de vivir en ella, de proyectarme en sus versos tal como soy y tal como veo el mundo en el momento en que escribo. Por otro lado, y aquí sí que ya acaba el calculado propósito, siempre he tenido viva intención de lograr que la emoción humana se funda hondamente con la emoción artística, sin la que el poema no pueda existir. Aspiro a que las dos vertientes, vida y arte, se unan en la única cumbre».

Y esta es precisamente una de las notas características de su poesía: la serena conjunción entre forma, palabra y sentimiento en el acercamiento a la realidad cotidiana, la no siempre fácil fusión entre la emoción humana y la emoción artística que traslucen sus versos.

 

Publicado en La sombra del membrillo, número 1, diciembre de 2003.

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