Luis Benítez


LA RENGA

Tan quemada en este mundo,
como el Amor Real en una sola
canción de las radios populares.
Tan odiada la esclava,
la negra, la fregona,
que sus patrones la desfloran
cada noche y ella, pendiente
de aflorar en una sílaba casual,
ella, la pobre, que arde ahora sólo en sombras.
Desnudo en la cocina
él juramenta, después de los whiskies,
que una sola cuestión de fe
todavía hay por la Tierra.
Tan indefensa en sus manos de beodo
brilla ética, por sobre todo ética,
la inútil fragua de imágenes,
la renga.


LA MOFETA DE JUAN CRISTOBAL

era un niño cuando su camino se cruzó con el mío
y ya llevaba tozudamente prisionero
sujetado siempre con una correa para perros
aquel hermoso animal blanco y negro
al que naturalmente le daba un nombre ridículo
y decía sonriente que su padre
(un impúdico veterinario)
le había extirpado «las glándulas de veneno»

la mofeta de juan cristóbal
esa bestia amputada
en su traje de presidiario
mordisqueaba las rosas de todos los jardines
como si envidiara su perfume
y olía cuanto encontraba
tal vez buscando su propio
definitivo hedor perdido para siempre

era odiada por todos
ya que sus garras agudas destrozaban los canteros
y daban vuelta los ladrillos colocados ex profeso
para caminar por ellos atravesando las calles de tierra
cuando la lluvia inundaba los senderos del pueblo

ello solo y la mala prensa de ser una mofeta
bastan para convocar el odio de las multitudes

todos alguna vez fuimos la mofeta de juan cristóbal
inerme bola de pelos privada de toda arma

un granjero la mató a escopetazos
una tarde en que su dios el niño
dormía: despertó en un sueño
donde el animalito ya no existía
y me vio y lloró
no por el animal indefenso
sino por lo que su infancia había perdido

cría de otro animal más fuerte
que una mofeta indefensa
la culpaba sin saberlo
de haberle hecho daño
patas arriba junto a una cerca
que se llenaba de moscas

una definitiva maldad camina entre las cosas


EN EL ARDUO ANIVERSARIO DE UNA BODA

«Después de la primera muerte ya no hay otra»
Dylan Thomas

Nuestra generación fue un puñado de hombres solos,
una pizca de mujeres destruidas,
un manojo de nadas sin zapatos,
el racimo de las viñas de la ira.
Yo que agonizo
me permito evocarte aunque mi recuerdo
te cause asco, nena, asco profundo,
como causa asco la inmunda mermelada que transpiran
los siempre equivocados porque aman demasiado,
aunque el credo y el miserere que rezamos siempre
tú y yo solos en dos noches separadas a sabiendas por nosotros
tuyo el creo solo en mí y mío entero el miserable de mí
desde entonces dicen
que nunca nunca se ama demasiado:
¿o no será acaso, en lo profundo, lo que nadie puede ver,
al revés el oscuro latín de lo real?
Concentrado todo da pavor en el urgente fin de siglo,
hay que terminarlo de un modo o de otro
y éste es el fúnebre galán de la fiesta,
vestido para la fecha que ya
un cuarto de centuria arranca.
Lástima, en september love,
que no fue aquélla ni ésta mi noche de septiembre.
Una sangrienta primavera baja sobre la noche del suicida
y la náusea habita desde entonces cada esponsal.
Creo ver a tu padre muerto con su dedo
hundir la hondura a donde dio la noche,
a la loca de tu madre pegándote en la cara
el monograma indeleble de otra loca en su progenie.
Creo ver a unos muertos celebrar la boda,
mi ojo derecho el que mira al olvido
arranca del olvido precoz
la sonrisa que perfora la vergüenza.
Mi ojo izquierdo, el que mira a la vejez,
arruga del futuro, verruga de lo que fue terso,
se complace en las vísperas anticipando
tu rostro y el mío entre las llamas
arder como dos fotografías viejas.
¿Fui el fantasma de la noche
y de las noches luego felices,
las noches y las tardes
en que engendraste a tus hijos?
¿No fui acaso el olvido y lo reído por los esposos,
cuando la burla a los que pasaban raudos en el tren,
un rostro tiznado de furia asomándose
desde la locomotora, el primero de los que veían
desnuda a la virgen loca bailar con el idiota?
Dame al menos ese miserable papel en tu vida,
el del diario arrugado que se aleja por la ruta
que lleva a un pueblo de cobardes
la noticia titular que yo lamento.
Dime, hoy muda calavera de lo que amé
hasta la esquina misma del infortunio,
si yo, que albergo esta pecera de imágenes
donde hasta cabe Virgilio, no era entonces,
en la riente oscuridad, entre los labios
de la muerte que en la florida edad
todas las señas tienen de la vida,
sino lo ridículo y eterno donde lo llorado
llora lo que no ve de sí, ese sí mismo.
Mátame. Pero no
de a poco, como la vida.
De una palabra mátame.
De una mirada sola.


EL EXTRAVAGANTE VIAJERO, RIO ARRIBA

Entonces lo vi en el agua aceitosa,
regalo de la industria y del odio a lo vivo,
remontando río arriba la corriente:
el salmón imposible,
un monstruo musculoso
ornado de verdes y violetas,
de naranjas y rojos,
en la librea que sólo presta el deseo
a los ansiosos por reproducirlo a toda costa.
Insólito tornasol entre la basura
del río condenado,
como un hombre empecinado
en encontrar el camino que le diga
«soy tu vida», un regalo
para la candidez empecinada en creer,
un estímulo para los músculos tensados
bajo las ásperas escamas,
una sobredosis de hormonas
inundando el cerebro diminuto.
Y esa boca abierta al deseo de respirar
todavía algo más de su último día,
guardaba la postrera sílaba
de aquellos que no se dejan vencer
ni por su propia idiotez
ni por las aristas de los muelles
donde nunca paran, donde jamás
por cosa alguna se detienen.


UN INSECTO EN ENERO

mínima en la ventana una presencia activa
apenas diferente del aire en su elemental dibujo

más seis patas y dos alas que el cuerpo verde
apenas una línea que atravesó
millones de años en su aleteo
desde los ollares de los dinosaurios
hasta el sobrio y frío presente en mi ventana

nunca fue más grande y jamás abundó:
cuando plantas que hoy son la hierba
alcanzaban alturas y redondeaban formas colosales
unos pocos como él se elevaban
hacia las lejanas copas con no poco esfuerzo
de esas mismas delicadas membranas
que frente a mí apenas mueve o que reposan

allí donde refleja el todo otro vasto mundo
que también le pertenece

su victoria hecha de un silencio seguro
como todas las cosas.


EL COTILLÓN DE LAS TINIEBLAS

Las llaves rotas, las monedas sin valor,
esos teléfonos anónimos recobrados de un bolsillo,
el polvo de las paredes, de los muebles, las ventanas.
El polvo que cubre toda la tierra
como un segundo mar, en seco.
Una mancha en la ropa que continúa en la carne,
un grito y después un susurro y después el silencio
que a duras penas se disfraza de resto de la tarde.
Un llamado sin voz, despertarse buscando
un algo indefinido que a nuestro lado se desangra
y difumina y que olvidamos por grados.
Lo que nos amenaza desde una mosca
chillando furiosa en la cortina.
Una misma situación, las idénticas palabras,
que cada cuatro exactos años se repiten
con la morosa precisión con la que baja,
de nuevo, un ascensor.
Las cosas que nos miran fijamente,
desde las vidrieras cerradas,
cada vez que pasamos haciendo
la penosa pantomima de ignorarlas.
Alguien que nos observa desde un lejano edificio,
exactamente cuando vemos sin oírlo
que nos está diciendo algo.

El compacto horror de la tortuga
que nos devuelve al jurásico.


LA PREGUNTA

¿Y el ocaso rompiéndose en oro rojo,
inmutable, más allá de la historia de la poesía
de Oriente y de Occidente,
el ocaso de oro rojo,
inalcanzable, el rojo de un astro roto
fracturado contra el borde del mundo,
eso que es lo único y lo primero, en lo que veo?
Cuando, auténtico y entero,
aquí, aunque se haya vuelto casi la noche,
aquí en los versos lo requiero.

***

El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Luis Benítez nació en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1956. Es miembro de la Academia Iberoamericana de Poesía, Capítulo de New York, (EE.UU.) con sede en la Columbia University, de la World Poetry Society (EE.UU.); de World Poets (Grecia) y del Advisory Board de Poetry Press (La India).

Ha recibidLuis Benítezo el título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París, Francia. Miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la República Argentina. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales por su obra literaria, entre ellos el Primer Premio Internacional de Poesía La Porte des Poètes (París, 1991); la Mención de Honor del Concurso Municipal de Literatura (Poesía, Buenos Aires, 1991); el Segundo Premio Bienal de la Poesía Argentina (Buenos Aires, 1992); el Primer Premio Joven Literatura (Poesía) de la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat (Buenos Aires, 1996); el Primer Premio del Concurso Internacional de Ficción (Montevideo, 1996); el Primo Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996); el Tercer Premio Eduardo Mallea de Narrativa (Buenos Aires, período 1995-1997); el Primer Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003); el Accesit 10éme. Concours International de Poésie (París, 2003) y el Primer Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino” (México, 2008).

Sus 24 libros de poesía, ensayo, narrativa y teatro han sido publicados en Argentina, Chile, España, Estados Unidos, México, Venezuela y Uruguay. Obras suyas fueron traducidas al inglés, francés, alemán, italiano, holandés, griego y macedonio. Colaborador de nuestra Sombra desde hace años, nuestra Biblioteca de La Sombra tiene el privilegio de haber publicado en 2005 un libro digital con poemas suyos. Ahora nos regala este collar brillante y doloroso de magníficos poemas.

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