Gonzalo Escarpa

EL SURFER

Estás en la tumbona, tan tumbada.
Eres mi hermana, mi madre, mi familia.
Yo te imagino ahora más liviana.
Úrculo te ha pensado con sombrero.
Silvio te ha regalado una sombrilla.
Todos,
alguna vez,
te hemos soñado.
Pero ahora estás ahí,
bañada en sol,
en un hotel de mil estrellas de un poblado
que en agosto se llena de bailes y de copas.
El biquini que llevas
tan sutil
confía tanto como tú en tu cuerpo.
Yo, desde mi ventana de voyeur joven verde,
te contemplo.
Vigilo el más pequeño movimiento de ti,
de tu biquini.
Canto.
Te escribo una poesía.
Me enamoro.
Invoco a Clío,
a Nemosyne,
a todas esas musas que conozco.
No vienen,
pero el que sí que viene
es, yo sigo en la ventana,
un bigardo que seguro hace surf,
está forrado y tiene un deportivo
con equipo de 1500 watios
y cargador de 9 o 10 cds.
Seguro que ese cerdo afortunado
no te escribe poesías
seguro que a ti eso
no te importa.
Para ese tipo de gilipolleces
ya me tienes a mí,
porque para eso sirve
la literatura.
Para que tú te vayas con el surfer
y yo escriba que me fui contigo.

(Mass Miedo, 2008)

Está uno asomado a la ventana
desde la que se ve la playa, y es
como si el mar barriese, y al revés:
como si lo que queda de la playa

aspirase las olas, en furiosa
doméstica y acuática limpieza.
La transparencia, dios, la transparencia,
la enunciación, y todas esas cosas

[desde el mar se ve el mar y no la tierra/
desde la tierra el mar es más pequeño/
es el mar que se mete para dentro].

Está uno asomado a la marea
a punto de aclarar un gran misterio,
y todo queda igual, y eso es lo bueno.

[Inédito]

PIDO QUE NADA

Ha pasado una estrella;
esta noche,
que no deseo nada.
Guillermo López Gallego

Que no, que sabes todo ya, que quedan sólo
dos plazas de sabor desconocido: dilo
por todas de una vez, no es
fácil, pero sube, descubre
la serenidad simple del que tiene
un corazón o dos
zapatos, un
armario donde al fin
el poco paso prieto que le quema
se anuda: ha de ser
sábado: despiertas,
y el mundo nada sabe de su ruido.

[Inédito]

POÉTICA n

I

Abierta la ventana
por la que sólo cabe
una pizca de luz/
un instante de clara
alegría/ cerradas
otras puertas de vidrio
insolente, una flecha
me acaricia la espalda
y deshace la música
que empezaba a sonar.
Por las rendijas
-ya no luz- ahora pasan
las palabras.

II

Si no fuera, también
haría el viaje, igual
iría allí, me espera
y siempre ha sido así,
este poema.

[Inédito]

Hay que pasar por Literalia.tv o por su canal en You Tube para hacerse una pequeña idea de quién es Gonzalo Escarpa (Madrid, 1977). Y bucear por sus espacios digitales como la revista Fósforo, la Red Fósforo, el boletín y espacio de difusión poética Circo de pulgas, el ciclo Hiperversos, su web personal…  Y, sobre todo, asistir a alguna de sus actuaciones (que han llegado al Mercado de la Poesía de París, al Piccolo Teatro de Milán, al Encuentro de Poesía Digital de Beijing…).

Escarpa es responsable de la antología Todo es poesía menos la poesía: 22 poetas desde Madrid (Eneida, 2004). Su primer poemario vio la luz a finales de 2006 en la colección «Poemas desechables» de Ediciones Trashumantes: Fatiga de materiales. Su voz ha cambiado (prueba de que sigue viva) en los poemarios No haber nacido (Delirio, Salamanca, 2008), Mass Miedo (Arrebato, Madrid, 2008) y la edición objetual del poema mcetpm (Trashumantes, 2008).

Actor, editor, poeta, profesor de escritura poética, agitador cultural, patafísico investigador de lenguajes diversos, Escarpa es capaz de participar en el Primer Campeonato Mundial de Poetas Pesados en el que no estaba «permitido escupir, morder o tirar del pelo, tal y como los combatientes están acostumbrados a hacer en sus poemas» y donde se advertía: «en caso de que uno de los combatientes (o los dos) fallezca en el trascurso de la pelea, se compromete a donar su cuerpo a la ciencia-ficción».

Y es capaz de no instalarse en algún puesto acomodado para ser fiel a su pasión por la poesía, que ha de estar atravesada por la vida, a veces por el grito, a veces por la sonrisa, a veces por su propia negación para no caer en la trampa del arte domesticado.

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