Entre Nobel y Nobel, Lola Barroso

El jueves 18 de octubre se celebró en el Círculo de Bellas Artes de Madrid un homenaje al poeta sueco Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931), premio Nobel de Literatura 2011.

Hijo de profesora y periodista, tras sus estudios secundarios y universitarios en su ciudad natal, simultaneó la poesía con su trabajo como psicólogo en instituciones penitenciarias. El más famoso coleccionista de insectos en Suecia, que ha dado nombre a un tipo de escarabajo hallado en la isla de Gotland, encontró en su tarea de entomólogo un aprendizaje de la misteriosa belleza que encierra la más humilde porción de tierra.

A esa pasión por la naturaleza hay que sumar su pasión por la música. Aunque Tranströmer sufrió en 1990 una hemiplejía (que lo dejó con la mitad de su cuerpo paralizado), ha continuado hasta hoy tocando el piano. Varios compositores suecos han creado piezas para la mano izquierda pensando en él.

Traducido a más de medio centenar de lenguas, Tranströmer es uno de los más influyentes poetas europeos vivos. Más de una generación de autores españoles (representados en el acto) se declara admiradora y deudora de su obra. Una visita al primer minuto de este vídeo (con la conjunción de su mirada, la música y sus versos traducidos al inglés) puede ser quizá el mejor retrato de la grandeza del poeta sueco.

Fantástico sentir cómo el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.

(Recitado en el vídeo: final de «Pájaros matinales», El cielo a medio hacer, Madrid, Nórdica, 2010).

A lo largo del acto se tributó también homenaje a los traductores como Roberto Mascaró («Traducir Tranströmer, un largo viaje») y Francisco Uriz, que han hecho posible el acceso de los lectores hispanos a la literatura escandinava. Puede leerse una selección de El cielo a medio hacer en este blog.

Música y poesía en el Círculo

Portada de El cielo a medio hacer

Organizado por Nórdica Libros y la Cátedra Vargas Llosa, con la colaboración de la Embajada de Suecia y el Círculo de Bellas Artes, el acto de homenaje a Tranströmer llenó prácticamente la sala de columnas del Círculo. Y aunque solo había una mujer entre los poetas españoles elegidos para rendir homenaje al poeta sueco, el protagonismo fue femenino.

La embajadora sueca en Madrid, Cecilia Julin, transmitió su emoción en un dulce castellano en el que proclamó –lo que conmovió nuestros corazones en estos tiempos de austeridad– que nos invitaba a todos los presentes a un cóctel al final del acto.

Monica Tranströmer, esposa del escritor, compañera esencial de su vida, nos hizo posible escuchar en su lengua original los versos de su marido, quien,  desde su silla de ruedas provocó la ovación de los presentes.

El acto fue presentado con serena dicción por la actriz Mercedes García Carrasco.

Y, como guinda final, la musitriz (el neologismo es suyo) Lola Barroso tributó el homenaje más intenso de la noche con su interpretación al piano de piezas de Brahms, Schubert y Schumann. Lola, antigua alumna del Instituto público Antonio López de Getafe, fiel colaboradora de nuestra Sombra, despliega por donde pasa su coraje y su talento libre y plural. Entre Nobel y Nobel, sobre el escenario del Círculo, Lola disfrutó y nos hizo disfrutar con los grandes de la música europea.

Lola Barroso interpreta al piano en el homenaje a Tomas Tranströmer

Foto: Ana Patrón. Lola Barroso interpreta al piano en el homenaje a Tomas Tranströmer

Antes, alguno de los poetas se disculpó adelantando que lo suyo no era leer. Y no se trataba de una retórica captatio benevolentiae, sino que, en efecto, lo demostró en cuanto empezó a deshacer los versos del Nobel. En el recital participaron José Manuel Caballero Bonald, Juan Antonio González Iglesias, Jordi Doce, Esther Ramón, Carlos Pardo (prologuista del homenajeado; «el poeta más guapo», según un verso de Luna Miguel) y Juan Marqués. Martín López-Vega, a pesar de lo que afirman la mayoría de las crónicas (que denotan el estado del periodismo cultural en nuestro contexto), no pudo asistir.

En el acto estaba programada la presencia del también Nobel Mario Vargas Llosa, que llegó con retraso y, finalmente, pasó una nota a la organización indicando que prefería no intervenir. Seguramente la manifestación en defensa de la escuela pública que inundó la calle de Alcalá fue el motivo de su tardanza. Aunque el blog de la Cátedra Vargas Llosa afirma que «finalmente no acudió», hay testimonios gráficos de que sí estuvo. Y el que esto suscribe constata que pudo intercambiar unas palabras con el autor de La ciudad y los perros, que emprendió una rauda tocata y fuga hacia el ascensor.

Juan Antonio Cardete