Hay escasez de arena en esta playa.
La sal es débil y carece de un cielo que cubra las lágrimas del sol
La lengua del mar está seca,
el estómago de los peces rompe las rocas
y los partos de las tortugas son aterradores.
No existe calle que nos lleve a la calma
Las olas son lentas
Despierto.
A veces piensas que tocar fondo es la solución.
Pero bajas
y bajas
tocando el ahogo
y te asfixias en el descenso.
Los rincones de esta casa están quebrados, carcomidos
Las hormigas escapan sin equipaje, con los ánimos rotos
El olor a pasto despierta las ganas, los pies dudan, los ojos deciden.
Las ardillas y la velocidad: asustan, asustan
Inundan el estómago de miedos.
La madera está húmeda y ennegrecida:
No hay reparacion que valga.
Una aurora tatuada en el hombro izquierdo anuncia el sol.
El calor germina gota a gota amaneceres rojos-naranja.
Las gotas sacian la sed y los viajes sin retorno
son un círculo donde el inicio es el fin,
donde el fin es un latido, una sonrisa, un abrazo.
Un abrazo de lino fino, de lino blanco y perfumado.
Perfumado de brisa, de orquídeas.
Lleno de música
de riachuelos
de riachuelos coloreados de peces
de peces que son besos:
besos de madres
de niños dulces
de dulces ecos.
Ecos de libertad
de fulgor
y de Dios que renace de un botón de rosa.
De rosa roja
de rojas risas
que anuncian de nuevo
más vida.
Un silencio ensordecedor
perturba los laberintos
que inundan la crisis de ignorar
por qué existo.
Y si no existo, quién escribe en este momento
molinos de insurrección contra todos y todo
y a la vez, pasiva.
Sin voz.
Sin identidad.
Sin ningún reflejo en el espejo.
Con huella digital transparente.
Carente de latidos,
colmada de fantasmas que atraviesan la espalda
y se mofan de mi aspecto borroso, de mi risa forzada.
Amanezco
Encarno a la luna.
El menguante perturba, el creciente invade el espacio
saturado de negrura
negrura teñida de verde
de verde pálido
de pálido cielo.
Y soy la inexistencia viviente. Viviente leyenda, leyenda ceniza.
En el espejo se congelan los reflejos. Los reflejos de madrugada
meditabunda.
***
Vilma Osorio (El Salvador, 1981) se formó en el Taller Literario «La Casa del Escritor» de San Salvador. Participó en el IV y V Festival Internacional de Poesía de El Salvador. Su libro Fijación de la costumbre fue editado en nuestra Biblioteca de La Sombra en 2007. Admiradora de Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Claudia Herodier, Tere Andrade…, la vida la ha llevado hasta Texas, desde donde nos ha enviado estos inéditos.